La concentración es la práctica de la felicidad. No hay, en ausencia de concentración, felicidad posible. Trata, cuando comas una naranja, de ejercitar la concentración. Cómetela de modo tal que quepan, en ese acto, el gozo, la alegría y la felicidad. Hazlo como si estuvieras meditando en ella. Coloca una naranja sobre la palma de tu mano. Respira y obsérvala luego como el milagro que es. Una naranja es un auténtico milagro. Es, como tú, un milagro de la vida. Tú también eres todo un milagro. Cuanto más presente estoy, más completamente se me revela la naranja. Y cuanto más me concentro, más profundizo en ella. Entonces puedo advertir, en ella, el sol y la lluvia que han contribuido a su creación. Y también puedo ver la flor del azahar, el crecimiento del árbol y la aparición de sus frutos. Luego empiezo a pelar la naranja atentamente. Su presencia –es decir, su color, su textura, su olor y su sabor– es un auténtico milagro y la felicidad que me proporciona conectar con ella también puede ser extraordinaria. Basta con una simple naranja para conectarnos, cuando estamos completamente aquí, despiertos y presentes, con los milagros de la vida que nos rodean y proporcionarnos una gran felicidad.
Maestros Andinos